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Dingo su pasada por la vida de perro según yo

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Actualizado - 22 June 2025

Escribo esto como forma de expresar lo mucho que me provoca recordar al Dingo, una mascota o más precisamente un amigo perro que hace poco dejó de respirar.

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Primeros meses "un cachorro saltarín"

Sino estoy equivocado fue el penúltimo en nacer de la única camada de la Chersky, nacido un primero de Marzo en pleno día de carnavales :)

Desde las 3 semanas aproximadamente, se le notaba como el cachorro más ágil y escurridizo, las cuatro patitas más rápidas de las restantes veinte que se movían en una estampida para salir al patio. Sus otros cuatro hermanos perros y su mamá sin duda notaban su inocente presencia y aparente inagotable energía. Un cachorro esbelto, delgado y "explosivo". Entre las gradas que daban al patio y la casa había una puerta con una manija —de esas manijas que se empujan hacia abajo para abrir la puerta.

Un día demostrando su repentina (o quizá accidental) genialidad, se puso frente a la puerta y mientras todos los demás cachorros y su mamá la veían cerrada, frustrados al saber que de otra forma el camino les estaría libre para correr alegres con más espacio y cielo abierto en el patio.

En un impulso rápido mas no por azar, dió un salto tal que tranquilamente triplicó en altura su propio tamaño, y la "fortuna" fue tal que en el instante que su salto alcanzó la mayor altura, su patita delantera derecha se agarró de la manija de la puerta. Entonces la gravedad lo devolvió al suelo no sin antes hacer tronar la manija. Luego de caer al suelo sobre sus patas traseras se reveló su hazaña, la puerta se abrió al igual que el asombro y la revelación para toda la manada, se había abierto su camino al aire libre.

Así es como empezando con su madre ya de más de cuatro años, fueron aprendiendo a abrir la puerta, a abrirse el camino y no sólo al patio sino que lo intentaban con todas las puertas de manija. Todo gracias a un pequeño saltarín de unos escasos tres meses que se atrevió a elevarse para abrir caminos.

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El origen del nombre "humano" que se le dió

En sus primeros días no tenía un nombre "humano" definitivo, aunque seguramente su madre y hermanos ya lo nombraban y reconocían por su olor, ya que los perros entienden más de olores que de palabras, oséa "nombre" perruno ya tenía.

Poco después de abrir la puerta, don Hugo, el dueño de la carpintería de al lado lo vio y quizo tenerlo como parte de sus perritos para cuidar la carpintería y hacerle compañía al perrito peludo que ya vivía allí, se llamaba "Negrito". Habló con mis papás y les hizo saber esto. Como tantos eran los perritos que teníamos y con la dificultad que había para cuidarlos a medida que crecían, mi papá le entregó este cachorro ágil a don Hugo. De la ventana de la casa lo veíamos en la calle sin salida para autos, sobre el asfalto de la calle donde nació y estaba la carpintería. Fue el primer cachorro en irse, se le veía juguetón, intentando cazar palomas, mordiendo maderas y tablas de la carpintería, manteniéndose cerca del Negrito peludo y grande que era amistoso con él y las personas pero territorial con otros perros que pasaban por la calle.

Intuimos que don Hugo y sus trabajadores le darían un nombre humano y al cabo de un par de días parecía que le decían "Ringo". A pesar de la compañía del negrito y la libertad de andar por la calle amplia y relativamente segura, por las noches se quedaba encerrado en la carpintería. Pienso que luego de percibir el olor y el sonido de los ladridos que provenían de la casa de al lado, o quizá por soledad, aburrimiento o extrañar a su manda original, aullaba con su vocecita en desarrollo y como un perro sin consuelo.

A lo mucho duró tres días hasta que mi papá decidido a parar los lloriqueos que le perturbaban el sueño, sin mucho pensarlo y menos comunicarnos, una mañana habló con don Hugo y le pidió que le devuelva al perrito y así sin más el "Ringo" volvió. La manada se apresuró en rodearle, olfatearle inspeccionándolo hasta ponerlo sumiso. Creo que decirle "Ringo" nos sonaba poco "natural", no éramos fans de Ringo Starr ni apegados a nada de lo que ese nombre sugería. Entonces recordé a un personaje del juego Crash Bandicoot, el dingo-cocodrilo Dingodile y mi hermano estuvo de acuerdo en que le digamos solamente Dingo.

Los dos hermanos

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Tuvimos que ir dando en adopción a los otros hermanos. El primero en salir de la casa fue el más parecido a su mamá Chersky, era un macho con patas blancas y competía por la comida con los demás. No olvidaré cuando todos estaban en la misma casa, como jugaban en el patio persiguiendo a su mamá o a uno de nosotros, sus incansables ladridos y torpes saltitos, amagues de peleas y mordiscos en las patas, orjeas, lomo y cualquier parte del otro al alcance. Era como un paraíso con aire fresco, ternura y libertad, cinco perritos, su mamá juguetona y firme. En orden de nacimiento los cachorros; Kelvin, Spyro, Rigel, Dingo Y Perlita. Dingo era el más rápido y "acelerado" de todos y quien usualmente se imponía en las disputas por la comida.

Spyro se fué con uno de los vecinos a quien le gustó mucho su apariencia. Poco después publicamos anuncios de adopción y la siguiente fue la más pequeña "Perlita" a quién se la llevó un joven que la ha estado cuidando muy bien y hace poco me encontré con su familia. Luego un niño quiso adoptar a Kelvin y lo vino a recoger con su papá. Con mucho pesar se fue también Rigel con una abogada que conocimos en el transporte público y de quien no hemos vuelto a saber. Así solo quedó el Dingo junto a su mamá, todo el tiempo anterior a esto me preguntaba quienes se quedarían y todo indicaba a que sería el Dingo. Sin embargo mas o menos a sus seis meses cumplidos, mi mamá nos contó que al visitar al Kelvin en su nueva casa lo encontró en la calle, descuidado por el niño que se lo llevó con tanta emoción dejando al perrito al cuidado de la abuelita del niño.

Hacer memoria de esto esto me recuerda como los niños y muchos adultos se entusiasman repentinamente con los cachorros de perros o gatos. Los ven adorables, como peluches vivientes cuando son bonitos y tiernitos. Pero cuando crecen y tienen distintas necesidades como buena alimentación, juego, ejercicio, atención médica veterinaria, cariño y compañía, se convierten en un estorbo, son maltratados y abandonados.

Aproximadamente después de 2 meses, mientras yo veía por la ventana hacia la calle, a lo lejos y con dificultad vi la figura de un perrito muy parecido a él. Casi de inmediato salí corriendo, lo perseguí y aprovechando que estaba distraído persiguiendo a una hembra con su humana sosteniéndola con una correa, agarré al Kelvin por su collar que claramente le quedaba apretado. Con más calma lo vi mejor y él no pareció reconocerme así que lo levanté y lleve de vuelta a la casa. Inocentemente el se dejó sin mostrar reacción hasta que toqué el timbre y Chersky su mamá salió a mirar desde las gradas haciendo contacto visual fijo con su hijo perdido.

Ahí fué cuando Kelvin echó las orejas atrás en un gesto de sumisión y movió la cola cada vez más rápido como muestra de sincera alegría al ver a quien más extrañaba. Luego vino el Dingo y también lo miró, me abrieron la puerta y se reencontraron. Kelvin se quedó quieto dejándose olfatear, se notó que Dingo no estaba cómodo y trato de morderle seguramente para recordarle "quien es el invitado". Su mamá dejó que ellos se entendieran. Fué breve el momento tenso porque poco después empezaron los dos a jugar, a pararse como lobos parados en las patas traseras, agarrándose con las delanteras y mordisqueándose, un juego de "peleitas" de perros ya crecidos.

Sus juegos y el sol de la tarde me conmovieron y agradecí por esos momentos, verlos nuevamente reunidos los dos hermanos Dingo y Kelvin :)

El Dinky

Ese apodo viene de un intento de hacer diminutivo su nombre, también suena divertido y me recuerda unos autitos de juguete que ví en mi infancia. Siempre que pienso en él se me viene a la cabeza el concepto de juventud juguetona, la actitud de este perrito era mayormente así. Piernas delgadas y marcados músculos que le ayudaban a la hora de saltar. Tales eran sus brincos que sin mucho esfuerzo sobrepasaba mi altura con el hocico y era capaz de repetir ese salto unas tres veces seguidas.

Ese rápido y ligero perro incluso al verse acorralado se zafaba. Un día su mamá lo perseguía y aunque él le sacaba la ventaja y escapaba, ese día ella pudo acorralarlo en una esquina corriendo directo a embestirlo. En el instante que ella abrió la boca, él se quedó tieso y justo antes de ser alcanzado por la mordida, como si su parálisis fuese fingida o reuniendo sus sentidos en un momento de gran concentración, rompió la parálisis con un salto tan enérgico que le hizo pasar por encima de ella sin tocarla siquiera, todo eso para luego alejarse corriendo quedando ella atrás, sorprendida y moviendo la cabeza lado a lado buscándolo.

Ese esbelto y fuerte animal de reacciones súbitas y a veces insospechadas, te inyectaba energía y asombro. Sólo faltaba algo que lo dispare, podría escuchar a un perro ladrar, una puerta azotarse o sentir un aroma diferente. Tenía un ladrido grave y no muy fuerte, su potencia radicaba más en sus músculos y rapidez. Su aullido y lloriqueo era agudo y tierno, constante y persuasivo, una innegable extensión de su inocencia y lealtad a sus cuidadores. Dingo era de comportamiento espontáneo —no demasiado apegado a un humano o perro en particular.

Muy amable con las personas, cariñoso y en sus primeros años el que más lamidas daba. Pero se mostraba ansioso y territorial con los perros.

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¿A ver quién manda?

De a poco las disputas con el Kelvin se notaban, primero por la comida y usualmente al ser Dingo más rápido y "hambriento", lograba quitarle parte de la comida al otro. Luego se fueron convirtiendo en gruñidos y luego en peleas de perros intensas, tanto que era muy difícil separarlos sin que alguien salga lastimado, normalmente su hermano. Esta situación empeoró por el hecho de que ellos no estaban castrados y habían días en que sus niveles de "testosterona" estaban tan altos que se encendían hasta al escuchar perros en la calle peleando, la agresión se tornaba el uno contra el otro y se enzarzaban en una pelea. Ni siquiera su madre podía separarlos aunque ladraba y los mordisqueaba intentando conseguirlo, la pelea sólo terminaba hasta que los separábamos a la fuerza y generalmente con mucha dificultad y sustos.

Comprendí mejor como los perros pueden competir por la jerarquía y cuan peligroso puede ser, por ejemplo si se quedaban solos ¿Quién los separaría?. Fue irresponsable por parte nuestra, no se llegó a un consenso familiar para proceder a esterilizarlos, de haber sido más razonables en conjunto habríamos evitado tantas peleas, gastos en curaciones y ambiente tenso.

La partida de su mamá

Cuando tenía alrededor de cuatro años, su mamá tras enfermar Chersky se fué. No noté que este hecho golpeó anímicamente a sus hijos, recuerdo que olfatearon el cadáver de su madre y no hicieron más. Siguieron siendo los dos perros cada uno con su personalidad y costumbres, quizá la extrañaron un poco, pero también pienso que se enfocaron más en el presente siendo la muerte parte natural de esta existencia, no hubo sorpresa para ellos.

El compañero que anda, corre y hace correr

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Siguió siendo juguetón, algunas veces cazaba una paloma y la ocultaba bajo una cama a la que se metía de vez en cuando a revisar, de no ser por el olor no nos íbamos a dar cuenta de que estaba allí. Comía rápido y muy rara vez se enfermaba. Era fuerte incluso cuando se hacía una herida al chocar con algo o resultado de una mordida, esta sanaba rápido. Si enfermaba del estómago por comer demasiado, se curaba descansando un día entero sólo tomando agua.

Le encantaba salir a pasear, cada que sacaba la correa me la quitaba y se la llevaba directo a la puerta corriendo y lanzándola. Al salir, se disparaba al paseo y te obligaba a correr hasta la esquina, luego se iba calmando poco a poco. Así podía pasear horas, no pedía regresar ni era muy terco intentando jalar hacia un lugar para alejarse. En las noches frías de La Paz paseábamos tarde, todo era más tranquilo y podías respirar, mirar el cielo, las montañas, escuchar tus pasos pisando la tierra y vegetación de los lugares a donde los llevaras y él junto con el Kelvin te acompañaban con la cola arriba y los sentidos alerta, me cuidaba y me daba cariño al volver, igual que su mamá, pero a su manera.

Se ponía ansioso cuando otro perro se acercaba, tal era su ansiedad que ponía nerviosos a los otros perros y lo interpretaban como un ataque. Él se defendía y acababa haciéndolos huir, en más de una ocasión se soltó y se lanzó tras un perro haciéndolo correr varias cuadras. Era como si su energía acumulada se desquitara sumada a su falta de socialización e impulsos territoriales, en otras palabras era dominante y era difícil verlo jugar con un perro desconocido. Generalmente no buscaba pelea pero a menudo reaccionaba cuando un perro le gruñía, ladraba o se acercaba muy bruscamente. Se asustaba con los sonidos fuertes de motores de camiones o buses que pasaban cerca, su corazón le latía de manera preocupante y temblaba con la cola entre las piernas, sin embargo enloquecía con los fuegos artificiales ladrando y dando vueltas sin parar.

Algunas veces se escapó de la casa por que alguien no cerraba bien la puerta, una noche escaparon con su hermano y no volvieron hasta el día siguiente. Recuerdo los vi al amanecer bajando las calles a lo lejos manteniéndose juntos el uno con el otro, entrando como si nada, muy sucios y directo a tomar agua luego de haber comido y hecho quien sabe qué.

Su viaje se termina

Los años fueron pasando con él haciendo la vida mas vivible y divertida, el amistoso Dingo se fue haciendo menos rápido y pasaba más tiempo durmiendo tirado en el piso recibiendo el sol de las mañanas. En sus últimos seis meses comenzamos a notar que dormía más y comía menos. Yo no vivía ya con él pero igual le había notado así.

Así como era de reacciones repentinas, en el lapso de una semana se puso muy mal, incapaz de digerir la comida aunque todavía alegrándose mucho para salir a pasear. No tuve tiempo de despedirme de él mientras vivía pues en menos de una semana de visitarlo su cuerpo no resistió el fallo de varios de sus órganos y se fue, recostado en la cama junto con mi hermano mayor.

Hasta ahora me parece que todo pasó muy rápido, quien sabe el tiempo que silenciosamente aguantó sus malestares y ya no pudo más. Al enterrarle junto al cuerpo de su mamá no sentí que me despedí por completo y me veo en la necesidad de escribir esta reseña para recordarle mejor.

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Me siento muy feliz por haber coincidido con este perrito con todo lo que fue, todavía duele el hecho de no verle, acariciarle la cabeza, que pase por mi lado, ladrar o jugar con él al ir a la casa, un dolor que no se irá pero que no borra la alegría y paz de haber vivido lo que vivimos con él. Una familia que a pesar de sus falencias, se preocupaba por su alimentación desde sus posibilidades, se trasnochaba cocinando para él y su hermano y se alegraba cada vez que lo veía. Quizá no le dió todo lo mejor, todo lo que les hace más felices a los perros, sin embargo le dió todo lo que pudo y agradece haber sido marcada por el hecho de compartir la vida con el Dingo.

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